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Entreguerras - La Sociedad de Naciones

Tras la Primera Guerra Mundial, las naciones vencedoras del conflicto se reunieron en Versalles, cerca de París, para discutir las condiciones de la paz. De entre los acuerdos adoptados en 1919, uno de los más importantes fue la creación de un organismo internacional que gestionara en el futuro las relaciones entre países. Este nuevo organismo fue conocido como la Sociedad de Naciones.

Mapa político de Europa después de la Primera Guerra Mundial

Con sede en Ginebra (Suiza), la Sociedad de Naciones estaba compuesta por parte de los países vencedores de la Primera Guerra Mundial: Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón (que durante los primeros años del siglo XX, tras su victoria contra Rusia en la guerra ruso-japonesa y su alianza con la Triple Entente, empezaba a crear su propio imperio colonial en Asia). También formaban parte de la Sociedad aquellos países neutrales que quisieran sumarse a ella, siempre y cuando contaran con la aprobación de los dos tercios de sus miembros.

Dentro de la Sociedad de Naciones existían diferentes órganos de funcionamiento. Los países integrantes de la misma se reunían anualmente en Ginebra para celebrar su Asamblea General, pero contaba también con un Consejo Permanente, formado por las potencias fundadoras y algunos otros miembros temporales. Este Consejo se reunía con mayor frecuencia para resolver los asuntos más inmediatos. También contaba con una secretaría general que permanecía en Ginebra y gestionaba la Sociedad.

Tras la debacle económica y humana que supuso la Primera Guerra Mundial, el objetivo de la Sociedad de Naciones era sobre todo impedir que un conflicto semejante pudiera repetirse. La Sociedad de Naciones nació con el espíritu de preservar la paz y tutelar las relaciones internacionales para desterrar la guerra como opción alternativa a la diplomacia; sin duda, una pretensión loable pero a todas luces utópica. Este nuevo organismo internacional debía velar por el cumplimiento de los tratados surgidos tras la guerra mundial, por el desarme de los vencidos y el control de los territorios desmilitarizados. Dado lo abusivo de las condiciones impuestas por los vencedores a Alemania y al resto de los vencidos en la contienda, se trataba de una tarea difícil, ya que en la práctica suponía dar carta de legalidad a unas condiciones injustas, y todo ello pretendiendo disponer del aval de algunas naciones que discrepaban profundamente del Tratado de Versalles.

Sesión de la Asamblea General de la Sociedad de Naciones en 1926. Origen: Wikimedia Commons

Además, la Sociedad de Naciones nació coja. Aunque los Estados Unidos fueron uno de sus principales impulsores, el cambio en la administración norteamericana supuso su autoexclusión de la Sociedad, que con ello perdía a uno de los principales actores de la política del siglo XX. Otras importantes naciones serían renuentes a pertenecer a este organismo, como la nueva Unión Soviética, que no se incorporó hasta 1934, o Japón, que decidió abandonarla debido a sus pretensiones imperialistas en China e Indochina. El resto de las naciones integrantes, además, consideraron a la Sociedad de Naciones como una forma más de satisfacer sus propios intereses nacionales, sin llegar a tener nunca una verdadera vocación de pertenecer a una comunidad internacional. Aún así, la Sociedad de Naciones tuvo éxito a la hora de resolver varios conflictos territoriales entre países como Finlandia y Suecia, Polonia y Alemania, Albania y Yugoslavia o Hungría y Checoslovaquia. La diplomacia desplegada por la Sociedad de Naciones también pudo poner fin al problema de la invasión Francesa de la cuenca del Ruhr, si bien el mal que esta ocupación generó ya estaba hecho, y serviría como una excusa más para el auge del partido nazi en Alemania.

Suele acusarse a la Sociedad de Naciones de haber constituido en general un fracaso, culpándola de los males que azotarían al mundo unos años más tarde. Lo cierto es que fueron principalmente las naciones que la componían quienes fracasaron en dar a esta Sociedad los poderes para resolverlos. Francia, Gran Bretaña e Italia utilizaron sin pudor alguno a la Sociedad de Naciones para ampliar y afianzar sus respectivos imperios coloniales, muchas veces actuando directamente en contra de los tratados internacionales que ellos mismos habían impuesto a otras naciones. La Sociedad fue desvirtuándose principalmente por culpa de estas actitudes, y muchos países la abandonaron o dejaron de considerarla como un organismo legítimo para resolver los conflictos internacionales. Avanzados los años treinta, la invasión italiana de Abisinia y la guerra emprendida por la URSS en Finlandia terminaron por dar la puntilla a la Sociedad de Naciones en 1939, justo cuando los acontecimientos en Europa y Asia estaban ya desembocando en la Segunda Guerra Mundial.

Palacio de las Naciones de Ginebra, antigua sede de la Sociedad de Naciones que actualmente pertenece a la ONU. Origen: Wikimedia Commons

El legado que la Sociedad de Naciones dejó fue, sin embargo, más relevante que su etérea existencia. A ella le debemos la estructura básica de la actual Organización de las Naciones Unidas, e instituciones como el Tribunal Internacional de La Haya o la Organización Internacional del Trabajo, que siguen desarrollando su labor bajo los auspicios de la ONU.

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entreguerras_-_la_sociedad_de_naciones.txt · Última modificación: por hispa

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