Don Pío Moa y Don Ricardo de la Cierva me han dicho que no participó en ninguna matanza, que es un mito.
María Eugenia Yagüe, en referencia a su padre, el coronel Juan Yagüe. 17 de octubre de 2008.
Parece que la señora María Eugenia Yagüe prefiería ignorar las evidencias, confiando en el «criterio» de dos individuos que, tras su supuesta profesión de historiadores, han dedicado gran parte de su trabajo a desinformar sobre los acontecimientos que rodearon a la guerra civil española y al posterior periodo dictatorial que vivió nuestro país.
El primero de ellos, Pío Moa, es un antiguo terrorista de extrema izquierda que militó en el GRAPO. Según explica Wikipedia, en 1975 remató en el suelo a martillazos a un agente de policía herido. Con el paso de los años, realizó un extraordinario viaje ideológico que le llevó a militar en posiciones filofascistas, siendo hoy uno de los mayores responsables de la campaña de revisionismo histórico acerca de la guerra civil y el franquismo. No me pregunten cómo se puede llegar a producir semejante metamorfosis intelectual en una persona, porque no tengo ni idea. Seguramente las cuentas corrientes del señor Moa sepan más que yo acerca de este particular.
El otro prendalerenda en el que la señora Yagüe basa su convencimiento de que papá era un pedazo de pan es Ricardo de la Cierva, un franquista convencido que ostentó cargos políticos de relevancia relacionados con la cultura y la Historia durante el largo periodo dictatorial (reescribiendo la Historia de España a conveniencia de los ideales franquistas). Con el regreso de la democracia fue senador y luego ministro de cultura (¡¡!!) durante el gobierno de UCD, pasando a las filas de Alianza Popular (actualmente conocido como Partido Popular) tras la debacle de la coalición centrista. Según sus propias palabras…
Soy un claro anticomunista, antimarxista y antimasónico, y desde luego porque soy católico, español y tradicional en el sentido correcto del término. (…) siempre he defendido al General Franco, y su régimen y los principios del 18 de Julio, pero también era capaz de ver los errores que había dentro y de decírselos al propio Franco.
Vamos, lo que se dice la pura encarnación de la imparcialidad histórica.
Pues no, señora Yagüe. Su señor padre, por mucho que estos juntaletras engañabobos quieran decir, fue uno de los mayores asesinos de la historia reciente de España, a la altura de otros asesinos famosos de su quinta como Queipo de Llano, Millán Astray o el mismísimo Francisco Franco. Entre todos formaban una banda de traidores a su país cuyo único mérito fue ganar por la fuerza para la derecha y el fascismo lo que el pueblo les negaba en las urnas. Toda la parafernalia ideológica de la que posteriormente se rodearon no era sino un disfraz político con el que justificar sus abusos y atrocidades.
Pero la señora Yagüe tuvo la oportunidad de no añadir más oprobio a la infamante historia de su familia. Hubiera bastado con que guardara un respetuoso silencio acerca de su macabro progenitor; por respeto a las víctimas y sus familias, sobre todo, pero también por el respeto que le debía a la inteligencia del conjunto de los españoles, ofendida por sus escandalosas declaraciones. Vamos a contar aquí un poquito de la verdadera historia de su querido papá:
Juan Yagüe, coronel del ejército sublevado en 1936 no hubiera pasado a la historia siniestra de este país de no haber sido por su responsabilidad en los sucesos acontecidos a partir del 14 de agosto de 1936 en la ciudad extremeña de Badajoz. De no haber sido por estos sucesos, habría quedado simplemente como un fascista traidor más. Ese día 14 de agosto del año 36, la columna que dirigía Yagüe alcanzó la ciudadela amurallada de Badajoz, último bastión de la legalidad republicana en Extremadura. Esta columna, compuesta por elementos de la legión y de los regulares con base en Marruecos, tomó la ciudadela tras un intenso bombardeo artillero y la inestimable ayuda de los bombarderos Stuka proporcionados por Adolf Hitler para aplastar la democracia en España. La lucha fue encarnizada, ya que tampoco los defensores de la ciudadela tenían retirada posible, y conocían de antemano el destino que les esperaba a manos de los soldados más brutales y sanguinarios de que disponían los sublevados. La legión y los regulares era gente curtida en abusos y maltratos sobre los marroquíes. Auténticos mercenarios que mataban por la paga.
Sin embargo, y a pesar de la brutalidad del enfrentamiento, se podría aducir que fueron avatares de la guerra, inevitables en un enfrentamiento armado entre dos ejércitos. Lo que ya resulta difícilmente justificable es lo que sucedió en Badajoz una vez fue tomada por las fuerzas rebeldes. A pesar de los reiterados intentos de los pseudohistoriadores antes citados por tapar las atrocidades cometidas por Yagüe y sus hombres, varios corresponsales de medios extranjeros comprobaron con sus propios ojos cómo las tropas nacionales se dedicaron durante varios días al exterminio de cualquier vecino de la ciudad al que se le sospechara simpatía por la República. Las crónicas en los periódicos de media Europa dan fe de ello:
(…) alrededor de mil doscientas personas han sido fusiladas (…) Hemos visto las aceras de la Comandancia Militar empapadas de sangre (…) Los arrestos y las ejecuciones en masa continúan en la Plaza de Toros. Las calles de la ciudad están acribilladas de balas, cubiertas de vidrios, de tejas y de cadáveres abandonados. Sólo en la calle de San Juan hay trescientos cuerpos (…)
Jacques Berthet, 15 de agosto de 1936. Fuente: Wikipedia.
Elvas, 17 de agosto. Durante toda la tarde de ayer y toda la mañana de hoy continúan las ejecuciones en masa en Badajoz. Se estima que el número de personas ejecutadas sobrepasa ya los mil quinientos. Entre las víctimas excepcionales figuran varios oficiales que defendieron la ciudad contra la entrada de los rebeldes: el coronel Cantero, el comandante Alonso, el capitán Almendro, el teniente Vega y un cierto número de suboficiales y soldados. Al mismo tiempo, y por decenas, han sido fusilados los civiles cerca de las arenas.
Le Populaire, 18 de agosto de 1936. Fuente: Wikipedia.
Se calcula que, en total, alrededor de cuatro mil personas fueron fusiladas en Badajoz tras la toma de la ciudad por el bando sublevado a las órdenes de Yagüe. Evidentemente, el cementerio de la ciudad se quedó rápidamente pequeño para semejante aglomeración de cadáveres, por lo que estos empezaron a ser amontonados y quemados para, posteriormente, arrojarlos a una fosa común… a una de esas muchas fosas comunes que el Partido Popular (en el cual militaba el ínclito historiador Ricardo de la Cierva) nunca ha querido destapar por aquello de no reabrir heridas. ¡Tiene coj… narices la cosa!
Según algunas versiones, incluso se llegó a convertir la matanza en un espectáculo público-festivo, al llevar a muchos prisioneros a la plaza de toros, donde eran fusilados tras haber sido objeto de todo tipo de vejaciones y torturas.
Tras la contienda civil, Yagüe fue promovido a altos cargos en el ejército aunque, al igual que sucediera con Queipo de Llano, Franco soportaba muy mal la crítica, ya que él era Caudillo de España por la Gracia de Dios, como bien rezaba en las antiguas pesetas. De este modo, y con algún que otro vaivén en su carrera militar, Juan Yagüe terminó abandonando este mundo en 1952, pasando a la historia como un fascista asesino y cobarde… uno más, por mucho que la señora Yagüe pensara que no.